Entre las labores más difíciles de un docente, motivar a sus alumnos es, sin lugar a dudas, una de las más exigentes en su carrera. Ni las mejores lecciones, ni el mejor material o libros van a conseguir una clase productiva si el alumnado no está suficientemente motivado. En este punto, el docente es un pilar fundamental.
En consecuencia, es importante que el formador contemple diversas estrategias para producir una retroacción en sus cursos, y de esta manera, mantener la atención de sus alumnos y transmitirles el gusto por estudiar idiomas.
Los métodos tradicionales en los que el profesor se apoya en un material pedagógico que se encarga de dictar y, en el que los alumnos quedan reducidos a simples copistas, han demostrado no enriquecer ni en habilidad ni en psicología a los aprendices ya que éstos no obtienen ningún tipo de retroalimentación. Ya no estamos en “modelos de aprendizaje verticales”, en los que el formador detiene un saber que enseña de forma magistral a sus alumnos, en una vía única descendente es decir del formador al alumno.
Queremos promocionar formaciones dinámicas, de participación y auto crítica por parte de los alumnos en las empresas, en las que se libera la palabra, rompiendo con el medio y la vergüenza de hablar. Así es como se generará un clima de confianza en el aula.
Es vital hacer una diferenciación tanto individual, como grupal. Es conveniente saber que cada alumno persigue una meta diferente y que el proceso de aprendizaje, y mucho más con el aprendizaje de idiomas en las empresas, tiene una velocidad distinta en cada individuo, y a su vez, tener en cuenta la necesidad colectiva. Es decir, apreciar qué rasgos definen a un mismo grupo, y a partir de esa premisa, dirigir la clase hacia dicho propósito.
Mediante esta metodología, los alumnos van a apreciar el fin práctico de sus lecciones, pues serán de gran utilidad en sus vidas laborales cotidianas.
Una de las mayores amenazas para una buena motivación, es la prisa por llegar al objetivo final. A este respecto, el profesor debe propiciar un clima de tranquilidad y proponer objetivos a corto plazo que ayuden a que, el camino hacia la meta, sea una carrera enriquecedora, puesto que para subir una escalera se debe empezar por el primer peldaño. No se trata de ir corriendo por cumplir plazos, sino que al contrario ir avanzando logrando en cada clase cumplir con objetivos concretos, alcanzables y motivadores.
Recordarles que aprender es clave para la superación personal, y que, fuera del aula resultará provechoso en diversos aspectos de su existencia social, cultural o profesional. Dentro de las clases, simular situaciones que estimulen la visualización de su meta también es una forma atractiva de mantener su enfoque.
La elección de los recursos pedagógicos en este sentido es también un tema central: tienen que ser originales, variados y renovados regularmente para ajustarse en todo momento a las metas definidas.
Así pues, con independencia del ánimo del estudiante, uno de los aspectos que más va a condicionar su incentivo, va a ser el modo en que se desarrolle la clase. En este aspecto el profesor cada vez actúa más como guía y coach. Su rol es central para el equilibrio de su clase, de ahí que propongamos a nuestros formadores una formación continua para seguir creciendo y compartiendo sus experiencias docentes.